Colegial Antoniano (1957-1964)

lunes, junio 29, 2015

El padre Corredor




El padre Antonio Corredor García, nació en Montehermoso, Cáceres en 1913, se sabe cuándo fue bautizado y quiénes fueron su padre, Ezequiel, pastor y jornalero y su madre, Marcelina. También se sabe que fue monaguillo en su pueblo natal.

En una biografía suya escriben que Gustaba de niño recitar a los clásicos españoles, afición que se acentuó a su ingreso en el Colegio Seráfico a los once años de edad. Concluidos los estudios de latinidad y humanidades, el 14 de agosto del año 28 recibe en Loreto (Espartinas, Sevilla) el hábito franciscano, pasando, un año después, a Guadalupe (Cáceres) para cursar los estudios eclesiásticos.

. A los 16 años publicó su primer poema en El Monasterio de Guadalupe, mientras dirigía con acierto Ciencia y Santidad, una revista de la provincia Bética franciscana. El 4 de abril de 1937 recibió en Cáceres el presbiterado. Lo que quiere decir que, con 22 años profesó como franciscano y con 24 fue ordenado sacerdote. Dos años después, acabada la contienda fue destinado al Colegio San Antonio de esta ciudad, del que llegó a ser Guardián-Rector durante once años. Aquí fundó y dirigió la revista colegial Lyceum (1941- 1967) y por dieciséis años fue director de La Voz de San Antonio, revista seráfica popular, desde el 1956 a 1971.

Además de la afición por la lectura y la escritura, tenía otras menos conocidas por sus alumnos, como la filatelia y el cine. No quiso salir nunca de Cáceres y allí falleció, a los noventa años, el 7 de octubre de 2003, festividad de la Virgen del Rosario, de la que era devoto, en realidad lo era de todas las acepciones de la virgen y hay quien ha escrito que no fue una casualidad la fecha de su muerte.

El autor de numerosos folletos, hojas poéticas, dípticos y devocionarios marianos, fundó en 1945 la celebérrima Cruzada Mariana, obra apostólica y publicitaria de primer orden en su género, que permitía al P. Corredor llegar a librerías de Bolivia, Argentina, Méjico, Cuba, Miami…, desde la simple celda cacereña, con ayuda de Teófilo, el apartado de Correos y poco más. Devotísimo de la Virgen Inmaculada, dirigió desde 1946 la Asociación de la Visita Domiciliaria de Fátima, mensaje y título al que consagra buena parte de su obra impresa.

Junto al fervor con que distinguió y cantó a la Morenita de Guadalupe, el P. Corredor se interesó también por las franciscanas de Loreto y Milagros de la Rábida; investigó con mucho ardor las apariciones de Chandavila (La Codosera, Badajoz) y divulgó la devoción a San Antonio, a San Pedro de Alcántara y a la Divina Misericordia.

Tenía un cariño especial a la Virgen de la Montaña, a la que escribió poemas y un devocionario titulado Mi Virgen de la Montaña (1955). El primero de los laureles literarios lo obtuvo también en Cáceres, el año 1941, con el poema La canción del poeta, presentado al certamen que se convocó en el III Centenario de la bajada de la Santísima Virgen de la Montaña a la ciudad.

Además de ser autor de más de 200 libros y folletos de diversos temas, sobre todo de temas religiosos, de la virgen y los santos franciscanos. Ha escrito también un libro sobre la historia de Montehermoso y el ayuntamiento de su pueblo natal lo nombró hijo predilecto y le dedicó una calle, llamada Padre Corredor;  es también el compositor de los himnos de Montehermoso y la Virgen de Valdefuentes.

Su nombre figura en una antología de poetas extremeños de la primera mitad del siglo XX  y ha publicado algunos libros solo de poesía. Para hacernos una idea de su talento precoz, transcribo  estos versos primerizos: «Quiero morir en el suelo/ donde vi la luz primera,/ en la tierra venturosa/ del trabajo y la virtud;/ quiero que mi último aliento/ lleve el aura de estas sierras,/ y hecha de olivo extremeño,/ mi tumba vele una cruz.

Si se pone su nombre en cualquier buscador de internet, incluso en la librería de Amazon, aparecen ingentes cantidades de publicaciones y devocionarios, una muestra de que su actividad como escritor era casi incansable, hasta sus años finales. Cuando fue nuestro profesor de lengua y literatura en el colegio San Antonio de Padua de Cáceres, tenía entre cuarenta y cinco y cincuenta años, pero, desde mi punto de vista de alumno, era mayor, sin más.

Me pareció uno de los profesores más extraños y distantes que tuve, pero reconocía su dominio de español y de la literatura, aunque sus métodos no me parecieran los más adecuados para enseñar. 

Aquello de ponernos en fila, clasificados por las notas, desde sobresaliente hasta suspenso y preguntarnos cosas tan retorcidas como la tercera persona del singular de la perifrástica pasiva del verbo argüir era para una antología de prácticas educativas extrañas, aunque sé que en otros colegios y lugares se utilizaban métodos más crueles y desagradables; aquellas filas y aquellas preguntas  no las he olvidado.

Pero todavía era más retorcido si algún compañero te lo preguntaba para cambiar tu lugar por el suyo, añadiendo sin defensa, sin defensa, sin defensa, por estar en la lista de los apuntados por la razón que fuera, como no atender, hablar a destiempo o mirar a donde no se debía.

Se le llamaba con distintos motes o apodos, pero no escribiré ninguno porque estas palabras son para honrar su memoria; cuando vienen a mi mente las palabras del himno del colegio, el levanta tu mirada al infinito, colegial antoniano, a veces me acuerdo de aquel fraile tan especial, como lo fue Domingo Savall y como lo fueron los otros de los que escribiré en próximas entradas de este blog.

A mis escasos años de entonces, no veía la faceta de su carácter, que otros que le trataron vieron, como aseguran en un panegírico a su muerte, diciendo que era un Era un hombre alegre, incansable y constante en su trabajo  o cómo otro decía, sobre los últimos años de su vida; Parece que aún lo veo subir fatigado y sonriente la cuesta del Ayuntamiento, con su cartera de cuero negro (seguramente vacía, si no de estampería y almanaques propios), camino del convento de Santa Clara a su misa de nueve.

Descanse en paz Fray Antonio Corredor, o.f.m.
                              

lunes, junio 15, 2015

Video de la reunión


A través de Luis González García, nuestro amable anfitrión y organizador de la reunión que celebraba los cincuenta años de un grupo de colegiales antonianos, me ha llegado un CD con fotos de aquella emocionante y entrañable reunión, He seleccionado la mayoría de ellas y las he transformado en un vídeo de corta duración para que podamos volver a recordar aquellos momentos.

Me he permitido elegir la música, una de las que más me gustan, el Intermedio de Cavalleria Rusticana de Masacagni. Viendo las imágenes, sobran las palabras.






lunes, junio 08, 2015

Fray Domingo Savall



Fray Domingo Savall Catalá, nació en Oliva, un pueblo que ahora tiene más de veinte mil habitantes, en la frontera sur de la provincia de Valencia con la de Alicante; fue en el año 1988 y profesó como franciscano a los diecisiete años y ordenado presbítero en 1913. Paso la primera parte de su vida en la región valenciana y se tiene constancia de su actividad como fraile y profesor en distintos conventos, pero sobre todo en Onteniente.

Parece ser que empezó a escribir bastante tarde en distintas revistas franciscanas, el primer texto que he encontrado corresponde a 1939, en el eco franciscano de Santiago de Compostela y sobre un tema en el que era un experto mundial, la vida y los escritos de Duns Escoto, un franciscano teólogo nacido en Escocia en el siglo XIII, profesor en Oxford y París, llamado el doctor sutil por sus escritos. Se le veneró como santo sin serlo durante siglos hasta que, en el siglo XX, un papa le declaró beato, para que pudiera seguir teniendo culto. Se pueden ampliar datos en la Wikipedia o ver la película con su mismo nombre, Duns Scoto. Este santo-beato es conocido por su defensa de la Inmaculada Concepción, con siglos de antelación a que se declarase como dogma por la Iglesia en el siglo XIX, tema en la que el padre Savall también escribió varios artículos.

Encontré una cita sobre él en la que la fundación Duns Scoto en Italia le nombraba, junto a unos pocos más, como entendido en la revisión de sus obras completas. Si alguien está especialmente interesado en el tema, puede buscar en Acción Antoniana, 1952, una de sus publicaciones, con el título explícito de Asunta por Inmaculada, silogismo scotista. También era un experto en la vida de un compatriota suyo, Fray Humilde Soria, con una vida muy interesante y en proceso de beatificación, tiene unos cuantos artículos sobre él en la misma revista.

También hay datos de su actividad como presbítero en su estancia en Onteniente referidos a un incidente casi milagroso:

Cuenta el P. Fray Joaquín Sanchis Alventosa en la “Historia del Colegio de la Concepción,” que el antiguo oratorio de los Marqueses de Vellisca que existía en la “Casa Gran” de las alquerías del Pla, se desplomó en el momento en que el franciscano  P. Fray Domingo Savall estaba en la sacristía con algunos feligreses y acababa de celebrar la santa misa. Fue un verdadero milagro que  no hubiera habido desgracias personales.

Otro tema en el que es un experto, y que se puede comprobar en la Wikipedia, es en parte de la obra de un franciscano del siglo XVI, Alfonso de Castro, que tiene una estatua en Zamora y con una biografía muy interesante, que excede esta reseña, lo mismo que en el caso de la vida y obras de Duns Scoto.

Tiene publicaciones en revistas desde el año 39 al 45 y, del 46 al 52 figura como profesor en Onteniente y escribe en la revista de ese colegio y también en el del de San Antonio de Padua en Carcagente, de esa provincia. Se tiene constancia de una serie de artículos en la revista Acción Antoniana, digitalizada en su mayoría, desde 1945 hasta 1959, la mayoría son accesibles para los interesados o curiosos,

Y, sin un motivo aparente, a finales de los cincuenta, en un verano, es trasladado a la provincia bética franciscana, primero a Sevilla y luego a Cáceres, al colegio San Antonio de Padua, con casi setenta años, en donde fue profesor de filosofía. Pedro Garcés, mi hermano, ha publicado una entrada sobre él, sobre su manera de enseñar y su recuerdo grato. Conjeturo que el motivo podría ser su independencia de criterio y su originalidad, unas cualidades seguramente poco apreciadas en una comunidad de frailes.

Aún publicó algún libro editado en Sevilla sobre sus temas preferidos, Duns Scoto y Alfonso de Castro, como separata de la revista Lyceum. También tiene publicaciones sobre San Francisco y su importancia en la historia de la filosofía. Además de sobre el beato Nicolás Factor y la oración y sobre la exaltación guadalupense, ésta en la revista Lyceum. En el 64, con muchos años, aún publicó un artículo sobre la Inmaculada, la digna madre de Dios.

En mayo de 1968, cuando la revolución estudiantil en París, cuando se levantaban los adoquines de las calles para ver si encontraban la playa debajo, con barricadas y tanques, el mismo mes y año en el que Massiel ganaba Eurovisión con el lalalá, se da la noticia en Acción Antoniana del fallecimiento del Padre Domingo Savall en el colegio de los franciscanos de Cáceres a la edad de 80 años, siendo trasladados sus restos a su ciudad natal, Oliva, donde reposan. Se dice que hubo una asistencia masiva de sus paisanos y que también acudieron antiguos alumnos de Onteniente y padres franciscanos de Valencia.

Si un día el destino o el azar me llevan a ese lugar, puede que me acerque al cementerio a ver el lugar en el que reposa ese franciscano, filósofo y escritor consumado.

Como colofón, y para convencimiento de Incrédulos e instrucción de visitantes de este blog, voy a transcribir un soneto anónimo y muy conocido, A Cristo crucificado, del siglo XVI (ver discusión sobre su origen en Wikipedia). El padre Savall lo utiliza para explicar con él los tres tipos de amor, en un artículo publicado en Acción Antoniana, en 1951, número 268:

1°.— Amor de concupiscencia
«No me mueve, m¡ Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
n¡ me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
2°.—Amor de correspondencia
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
3º.—Amor de amistad
Muéveme, al fin, tu Amor y en tal manera
que, aunque no hubiera cielo, yo te amera;
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.
4 °.—Desenlace
No tienes qué me dar porque te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Al que le interese comprobar cómo escribía el padre Domingo Savall, puede leer el artículo entero en el siguiente enlace:


FOTOS DEL PADRE SAVALL;

En el año 1942 

En Cáceres.
 En 1920
 En 1912

Foto de la reseña de su vida en Acción Antoniana.